lunes, 16 de noviembre de 2009

Poción de Sueño Menor

Tipo: Magia Blanca. Poción
Nivel: 3
Caducidad: 2d8 semanas.
Duración: 3d10 minutos
Ingredientes: Mandrágora, Belladona, Dedalera, Eléboro Negro, leche de Lirón.
Descripción: Deben macerarse la Belladona y la Dedalera en la leche durante trece minutos completos. Después, se le añade el eléboro negro en trece pedazos idénticos. Se deja macerar un ciclo más, y luego se le añade la Mandrágora. Después de trece minutos más de reposo, la poción está lista. Sus efectos se hacen patentes tanto si es ingerida como si se inhala.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La Iglesia de las Rosas


Es una iglesia abandonada hace aproximadamente una década, desde que su dueño fue asesinado misteriosamente. En lo alto de la iglesia hay una campana de oro macizo que suena cada luna llena liberando un hermoso sonido que. La iglesia esta rodeada por un laberinto de rosales cuyas rosas sueltan unas esporas venenosas que al inhalarlas la persona envejece rápidamente (en términos del juego el pj envejece seis meses por hora) hasta que se tome el antídoto o muera. Algunos aseguran que el contraveneno se halla en la propia iglesia pero nadie a podido ir a comprobarlo,

Muchos han intentado coger la campana de oro pero ninguno de ellos volvio para contarlo. Se dice que dentro de la iglesia vaga sin rumbo el fantasma del dueño esperando a que el que su asesino vuelva .

sábado, 12 de septiembre de 2009

La Cacería

Bernal no pudo evitar sonreír al distinguir las huellas de su presa entre la hojarasca del bosque.

-Ya eres mío, bastardo…

Sacó un pequeño cuerno de caza de su cinturón y lo hizo sonar tres veces, tres breves notas que servían de señal a sus perros para que se reunieran. Inmediatamente, la calma del bosque se quebró con los violentos ladridos de los tres canes: Zarpa, Oso y Medianoche, que corrieron a su encuentro, felices ante la proximidad de una cacería. Recogió la gran ballesta que había dejado en el suelo y se dispuso a seguir el rastro.

La jauría llegó ante él y a una orden suya, Medianoche guió a los otros perros en pos de la presa. Bernal corrió tras ellos a la máxima velocidad que le permitían sus piernas, a pesar de que llevaba horas y horas siguiendo el rastro sin detenerse. Estaba al borde de la extenuación, pero no podía parar ahora, tan cerca de su objetivo. Encontraría a ese engendro malnacido y acabaría con su vida, aunque fuera lo último que hiciera en esta vida.

El rastro se internaba en lo más profundo del bosque, donde la vegetación era más espesa. Pronto fue necesario guardar la ballesta en su soporte y sacar la enorme hacha de batalla que le colgaba del cinturón para abrirse paso entre las ramas. Cada golpe le costaba más que el anterior, pero ni aún así se detuvo a descansar. Continuaba impasible, espoleado por la ira, que renovaba sus fuerzas y le convertía en una implacable máquina de destrucción.

Sólo cuando las piernas le fallaron y ya no fue capaz de levantarse in detenerse un rato para recuperar el aliento, admitió que no podía seguir. Buscó un lugar adecuado para montar el campamento, no muy lejos del rastro, y se dejó caer en la hierba. No se permitió el descanso reparador que proporcionaba el sueño y que él tanto necesitaba, sino que al cabo de unos minutos se levantó de nuevo y usó el hacha para cortar algo de leña con que hacer un buen fuego.

Le gustó aquello. Le recordó cuando no era un cazador implacable, sino un vulgar y corriente leñador, allá en su pueblecito de las montañas gallegas. Cuando todavía tenía una familia, una mujer y una hija de cabellos rizados y sonrisa alegre.

Antes de que la tristeza lograra apoderarse por completo de su ser, volvió a concentrarse en la tarea que tenía por delante. Encendió un buen fuego y asó algo de carne seca y un par de cebollas, que envolvió primero en unas grandes hojas para que conservaran el sabor. Cenó rápidamente y se tumbó a dormir. No se preocupó de los depredadores, ninguno podría acercarse sin ser detectado por los agudos sentidos de sus tres perros.

Se detuvo unos segundos a contemplarlos antes de que el sueño le venciera. Eran tres animales grandes y fuertes, con una gran capacidad de trabajo. Bernal los había criado desde que eran cachorros y les tenía gran aprecio. Pensaba que, a pesar de sus diferentes aspectos, se comportaban como una familia.

Zarpa, un enorme lebrel de pelo largo y castaño, era quien mejor seguía los rastros. No había olor, por débil que fuera, que escapara a su olfato, ni ruido lo bastante bajo como para que no lo oyera. Oso, por su parte, era el más fuerte de los tres, un mastín de pelo corto y oscuro capaz de enfrentarse a cuatro lobos a la vez. Pero Medianoche era, indiscutiblemente, el líder de la jauría. Se trataba de un perro lobo de color negro azabache con una inteligencia poco común que resultaba muy útil para guiar a sus compañeros en pos de una presa.

Por fin el sueño se hizo con él y se quedó dormido.

Despertó apenas tres horas después, alertado por un seco ladrido de Medianoche. Aferró con fuerza el hacha, ya que estaba demasiado oscuro (a pesar del fuego, que todavía ardía) para usar la ballesta. Se quedó en tensión, esperando.

Enseguida se dio cuenta de que sus perros no se habían equivocado. Había algo allí. Era sutil y precavido, fuera lo que fuera. Sólo lo delataban pequeños detalles: una ramita rota aquí, que sonaba con la fuerza de una campanada en la quietud de la noche; una sombra furtiva allá, que apenas destacaba en la oscuridad reinante.

Bernal trató de calmar su agitada respiración para poder escuchar mejor. Aquello era sin duda grande y pesado, a juzgar por el ruido de sus pasos. Calculó que debía medir más de dos metros, tal vez dos y medio, y pesar alrededor de doscientos o trescientos kilos. Se movía rápido entre la vegetación y Bernal sólo podía percibir retazos de pelaje oscuro cuando se desplazaba. Lo hacía con la elegancia de un depredador, dando vueltas en torno al campamento tratando de confundirle.

Sus perros, guiados por el olfato, al principio seguían sus movimientos corriendo en círculos, pero al final acabaron por entender que no servía y desistieron. Liderados por Medianoche, formaron un círculo alrededor de su amo con la intención de protegerle.

Hicieron bien. La bestia se había cansado de jugar con él y salió rugiendo de entre la maleza, dispuesta a devorarlo. Lanzó un zarpazo en su dirección, pero Oso se interpuso, hincando sus dientes afilados en la pata (o el brazo, resultaba imposible distinguirlo en la oscuridad) de la criatura, logrando arrancarle un aullido de dolor. Bernal aprovechó la oportunidad y descargó su hacha sobre su enemigo, pero falló por apenas unos centímetros y la bestia, herida, huyó internándose en el bosque.

Bernal comprobó que ninguno de los perros estaba herido y después regreso a su lecho, sabiendo que al día siguiente tendría que enfrentarse a una dura prueba. Sin embargo, el sueño parecía esquivarle, ahora que estaba tan cerca de su presa. Algo especialmente cruel en su mente le empujaba a recordar la única vez que había visto claramente a la criatura, el día que regresó a su hogar después de un duro día de trabajo y la encontró sobre lo que quedaba de las dos únicas personas que le importaban. Poco a poco, los recuerdos se convirtieron en pesadillas y se durmió.

Al día siguiente se levantó al amanecer y desayunó un caldo ligero hecho con agua de un arroyo cercano y un poco de cecina. Se aseguró de dar bien de comer a los perros para que aguantaran la difícil jornada que tenían por delante, antes de salir a seguir el rastro de la bestia.

El rastro estaba mucho más claro que el día anterior, la criatura había sido demasiado confiada la noche anterior y había dejado unas señales tan claras que hasta un niño podría seguirlas. Eso hizo que Bernal se parase a pensar unos segundos ¿Por qué la bestia había sido tan descuidada? Hasta los peores depredadores de la naturaleza sabían moverse sin dejar rastro, y esta cosa había demostrado con creces ser más inteligente que la mayoría. Por más que cavilaba, no llegaba a comprenderlo: no tenía sentido. Estuvo dándole vueltas un buen rato, incluso mientras caminaba, pero sin resultado.

La respuesta le vino por sí sola unas horas después, cuando hizo una pausa para almorzar. Estaba masticando un trozo de queso mientras pasaba distraídamente la mano por el lomo de Zarpa cuando de pronto lo vio claro ¡Los perros! ¡La bestia no había contado con ellos! Estaba tan segura de poder con él que no se había molestado en cubrir sus huellas, pero se había encontrado sin esperárselo con los perros. Y una cosa era enfrentarse a Bernal, quien por muy fuerte que fuera sólo era un hombre, pero él y tres enormes perros acostumbrados a enfrentarse a toda clase de bestias salvajes eran sin duda demasiado.

Entonces supo algo más: la bestia le tenía miedo. Por eso no había sido capaz de esperar a que el la encontrara. Después de cinco años cazando todo tipo de animales para mantenerse mientras perseguía a su auténtica presa, Bernal sabía perfectamente que cuando un depredador está seguro de su poder, no se muestra tan impulsivo. Esa clase de conducta nacía del miedo, no de la seguridad.

La persecución se prolongó todo el día. En algunos momentos, la bestia estaba tan cerca que Bernal podía oír su respiración, pero luego se alejaba y desaparecía de la vista. El cazador llegó a cansarse de aquello, pero no desistía. Era algo personal, algo que le obsesionaba desde hacía años. No iba a dejarlo cuando faltaba tan poco.

Hacia el atardecer comenzó a notar ciertos cambios en el camino, se fue volviendo más amplio y más liso, como si alguien lo transitara a menudo. Aquí y allá surgían pequeños caminos laterales, algunos de los cuales mostraban el mismo aspecto que el que seguía. Dedujo que debían de ser sendas de los cazadores locales y que tarde o temprano daría con algún refugio. No le vendría mal pasar la noche bajo techo.

Tuvieron que pasar todavía dos horas más antes de que llegara a la pequeña cabaña que los cazadores de la zona debían usar durante el verano para almacenar equipo y piezas de caza. Era una construcción redonda, de piedra y con tejado de brezo. Desde fuera parecía muy baja, pero eso era porque la mitad de su altura estaba enterrada. Eso era una práctica común en ese tipo de construcciones, ya que así resultaba más barata y se mantenía mejor el calor. El tejado de brezo estaba cubierto por grandes placas de musgo colocadas para impermeabilizarlo.

No estaba solo. Había un hombre alto y demacrado en la puerta, cortando leña sobre un tocón. Tres finas cicatrices paralelas le cruzaban el ojo izquierdo, hasta la mejilla. Vestía ropas sencillas de campesino hechas de lana basta de color pardo. Cuando vio llegar a Bernal, se giró hacia él.

Bernal lo reconoció de inmediato.

-Tú- fue todo lo que dijo. Su voz sonaba rasposa después de tantos días sin más compañía que sus perros, pero aún así el odio que destilaba era más que evidente.

- Por fin. Hace horas que te espero- contestó el otro, con tono aparentemente despreocupado. Soltó el hacha y se acercó a Bernal con calma-. Así que has venido a matarme.

-¿Y eso te extraña?- contestó él- Entonces déjame que te cuente una historia. Hace cinco años, mi hija encontró a un hombre muy mal herido en el bosque que había cerca de nuestra casa. Estaba al borde de la muerte, alguna criatura debía haberle atacado, porque tenía heridas de garras por todo el cuerpo y había perdido mucha sangre.

>> Lo llevamos a casa y llamamos a una curandera. Pasaron días hasta que mejoró, pero logramos que sobreviviera. Mi mujer y mi hija cuidaron de él durante todo ese tiempo. Le alimentaron, le cuidaron y le vistieron. Él se mostró siempre amable y agradecido. Cuando se recuperó, quiso colaborar en las tareas de la casa, incluso me acompañó un par de veces a talar árboles, aunque el esfuerzo era excesivo para él. Todos empezamos a apreciarle, lo considerábamos uno más de la familia.

>> Pero había algo que no sabíamos y de lo que nos enteramos demasiado tarde. Al desconocido le había mordido un hombre lobo y la primera luna llena después del ataque se transformó y atacó a mi mujer y a mí hija mientras yo estaba fuera, ayudando a un amigo a construir un nuevo granero.

>>Cuando volví ya era tarde. Lo encontré devorando sus cadáveres, cubierto por su sangre y aullando salvajemente a la luna. Traté de defender sus cuerpos, enloquecido por la ira, pero fracasé. Me habría matado, pero afortunadamente unos vecinos habían oído el ruido y los aullidos y vinieron a ayudarnos.

-Bonita historia- intervino el hombre de las cicatrices-. Pero ya la conocía.

-Entonces sabrás lo que pasó después, Clovis.- dijo Bernal.

-Claro. Enterraste sus restos y juraste sobre sus tumbas que darías caza a su asesino. Desde entonces has estado persiguiéndome, acosándome como a un perro salvaje a través de toda la Península, sin darme tregua. Sólo te parabas cuando me perdías el rastro o cuando necesitabas dinero-. Su tono sonaba frío, como si no hablara de sí mismo, sino de alguien a quien no conociera de nada.

-¿Te sorprende? ¡Tú las mataste! ¡Ellas fueron amables contigo y tú las asesinaste! ¡Por el amor de Dios, te pillé comiéndote sus cadáveres!

-¿Alguna vez te has parado a pensar cómo fue aquello para mí?- el tono de Clovis se llenó de ira, la primera emoción que mostraba-. ¿Te has parado a pensar que fue a mí a quien atacó la bestia y que justo cuando empezaba a recuperarme de mis heridas, me transformé en aquello que me las había provocado?

Ahora que había empezado a hablar, Clovis parecía ser incapaz de parar. Estaba sacando fuera cinco años de rencor, que explotaban con la fuerza de un cañonazo.

-¡No, por supuesto que no! Preferías pensar que yo era un monstruo malvado y sediento de sangre. ¿Sabías que yo no controlo lo que hace la bestia? ¿Te imaginas lo que es para mí desvanecerme en la nada cada luna llena y despertarme embadurnado de sangre todavía fresca? ¿Sabes cuantas veces he matado, cuántas muertes llevo sobre mi conciencia?

-¡Todo eso me da igual! ¡Tú las mataste y pagarás por ello!-gritó Bernal.

Desenvainó el hacha y atacó con ella a Clovis con toda la furia que había acumulado durante cinco largos años. Sus tres perros atacaron a la vez, cogiendo al licántropo desprevenido. Por un momento pareció que lo tenían dominado, pero de pronto Clovis se levantó de golpe y se los quitó de encima con fuerza sobrehumana.

Durante unos segundos, todos se quedaron quietos. Bernal y Clovis cruzaron una mirada de odio que duró apenas un instante. Los ojos del licántropo destellaban, repentinamente ambarinos.

-¿Querías enfrentarte a mí, no? ¡Pues ahora verás de lo que soy capaz!

Con un rugido de rabia comenzó a transformarse. Sus brazos y piernas aumentaron de grosor, su pecho se hinchó. Sus manos se convirtieron en afiladas garras, su boca se prolongó y se llenó de dientes peligrosos y puntiagudos. Sus orejas se alargaron y cambiaron de posición. Todo su cuerpo se cubrió de un pelaje espeso de color castaño oscuro y sus ropas reventaron mientras crecía, hasta superar los dos metros de altura.

Se lanzó hacia Bernal rugiendo de satisfacción y trató de morderle la yugular, pero una vez más se olvidó de los perros. Zarpa saltó sobre él y le clavó los dientes en el antebrazo con todas sus fuerzas. Clovis aulló de dolor y se lo quitó de encima con un violento zarpazo que desgarró todo el costado derecho del pobre perro dejando sus costillas a la vista, pero al hacerlo descuidó al cazador, que aprovechó para blandir su enorme hacha de combate y hacerle un tajo en el hombro.

Entonces el combate se volvió más salvaje: el hombre lobo atacaba por todas partes a la vez, usando indistintamente las garras y los dientes para deshacerse de sus atacantes, mientras que Bernal empuñaba el hacha a dos manos y sus perros mordían y arañaban a Clovis sin tregua. A pesar de su superioridad numérica, la fuerza y la fiereza del licántropo bastaban para igualar las cosas.

Clovis lanzó un mordisco repentino y pilló a Oso por la columna, al tiempo que de un zarpazo apartaba a Medianoche, el cual salió despedido a varios metros de distancia, rodó por el suelo y volvió a lanzarse a la carga. Clovis movió violentamente la cabeza y lanzó a Oso contra su compañero canino. Bernal golpeaba a diestra y siniestra con su hacha, tratando de alcanzar el cuello de su enemigo, pero el licántropo era demasiado rápido para él. De un solo golpe, el asesino de su familia lo arrojó al suelo y el hacha se le escapó de las manos. Levantó una garra para matarlo y sus afiladas uñas brillaron un momento, reflejando la luz de la luna antes de descender sobre Bernal y acabar definitivamente con el hombre que le había perseguido durante cinco años…

Pero Zarpa se lo impidió. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, se abalanzó sobre él, atacando la garra que tenía alzada. Clovis, enfurecido, mordió repetidamente al animal en el cuello, convirtiéndole en una masa sanguinolenta.

Eso enfureció todavía más a Bernal, ya que le recordó el salvaje asesinato de su familia. Recogió el hacha del suelo y, de un solo golpe, acabó con aquella bestia maligna antes de que tuviera tiempo de recuperarse. Su cabeza salió despedida y rodó hasta detenerse junto a una roca al tiempo que ambos, cabeza y cuerpo, recuperaban su aspecto humano.

Bernal se detuvo unos instantes a contemplar la escena, conmocionado, y luego pudo por fin reaccionar. Comprobó el estado de los perros que quedaban y lloró por la muerte de Zarpa, pero al cabo de un rato el agotamiento pudo con él y se desmayó.

Al día siguiente, Bernal se ocupó de lo que quedaba por hacer. Enterró a su compañero canino cerca del tocón y quemó el cuerpo y la cabeza del licántropo para que su espíritu nunca alcanzara el Paraíso. Luego, se detuvo a pensar.

Ahora que su venganza se había cumplido, ¿qué iba a hacer con su vida? Podría volver a su pueblo y retomar su vida, pero le parecía imposible sin su mujer y su hija. También podía reunirse con ellas, pero no se atrevía: los suicidas acababan directamente en el infierno y sin duda su familia habría subido al cielo, por lo que no debía tomar ese camino si quería volver a verlas algún día.

Entonces pensó en ellas y se dio cuenta de que mucha más gente debía de haber pasado por lo mismo. ¿Cuántas familias se habrían evaporado como la suya por culpad de algún engendro diabólico? Entonces supo lo que debía hacer. Dedicaría el resto de su vida a eliminar a todos esos monstruos infernales para que su tragedia no se convirtiera en la de otros.

Y algún día se reuniría con ellas de nuevo.

domingo, 23 de agosto de 2009

Diario de Rasiq Ibn Al-Amid

Extracto del diario de Rasiq ibn Al-Amid correspondiente al año de Nuestro Señor de 1232, es decir, el 780 de la Égira según el calendario musulmán.

12 de Septiembre de 1232.

Está mañana he llegado por fin a Córdoba. Es curioso, he estado antes en esta ciudad, pero ahora que la veo por primera vez sin Amid, mi mentor y amigo, casi un padre para mí, la veo de una forma completamente diferente. Todos aquellos lugares en que estuvimos durante nuestras anteriores visitas son ahora focos de tristeza para mí.

Estaba yo perdido en estas consideraciones, cuando tuve ante mí las puertas de la ciudad. Había un pobre pedigüeño sentado junto a ellas, con el brazo extendido para recibir las míseras limosnas de los transeúntes. Mientras yo me acercaba, un estúpido asno entró a galope tendido en la ciudad y casi se lo lleva por delante. La guardia lo detuvo unos metros más tarde, pero ante mi sorpresa sólo le dieron una advertencia. Aquel asno arrogante iba armado hasta los dientes, seguramente por eso no le hicieron nada. ¡Bendita sea la fuerza de las armas!

Me detuve junto a la puerta para conversar con el mendigo y, tras unos comentarios sobre el incidente y unas buenas palabras, logré que me diera el nombre de una posada respetable. No quería volver a ninguna de las que había visitado con Amid. Le dí unas monedas al pobre hombre, tantas como me atreví, dado que deberé vivir un tiempo del legado que me dejó mi amigo.

No obstante las indicaciones del mendigo, tuve que preguntar a un transeúnte cómo llegar a ella. Resultó ser poco más que un cubo de ladrillo sin decorar, tan sencilla que no tenía ni establo propio. Tuve que dejar a mi pobre burro atado a un poste frente a la puerta.

El tabernero era un hombre seco, pero parecía honrado. Me preguntó cuánto tiempo pensaba quedarme y me advirtió que en ese local se pagaba por adelantado. Le dije que no lo sabía, así que le pagaría cada día que pensara quedarme.

Estoy demasiado cansado para cenar, así que me he ido directo al cuarto que me han asignado. Es poco más que un cuartucho alargado con una cama, un arcón y una mesita. Hay un gancho en la pared para colgar la ropa, pero nada más. Estoy escribiendo esto antes de dormir, a la luz de la apestosa lámpara de sebo que han dejado a mi disposición, pero el sueño empieza a vencerme…

13 de Septiembre de 1232

Ha sido un día verdaderamente interesante. La ciudad está de luto por la muerte de la hija del jeque, así que he tenido que ser sutil en mis investigaciones para no llamar la atención. Preguntando a la posadera, que es una buena mujer, y soltando algunas monedas, pude enterarme de que Córdoba un es una ciudad muy dada la práctica de la magia. El único lugar donde podría informarme era el barrio judío, así que me dirigí hacia allí.

En la plaza, la única, del barrio judío me detuve a observar algunos puestos, descubriendo con alegría un puesto de herboristería. Me acerque y me entretuve charlando con el dependiente, un joven delgado y de baja estatura. Durante nuestra conversación le llamé maestro, y eso lo dispuso inmediatamente a mi favor. Me informó de que un tal Josué estudiaba magia bajo la tutela del sabio Maimónides, de quien incluso yo había oído hablar. Me dio sus señas y yo me dirigí hacia su casa.

Resultó ser un joven de la misma edad que el herborista, tímido y asustadizo. Me dejó entrar con reticencia en su casa, pero acabó accediendo a llevarme a ver a su maestro tras una breve conversación.

Maimónides resultó ser un hombre alto y corpulento a pesar de su avanzada edad, con una cuidada barba negra en la que campeaban algunas pocas canas. Me dejó hablar sin interrumpirme, pero mi emoción al haber encontrado a un posible maestro por fin hizo que mi lengua se trabara y no acabó de comprender en un principio que, para encontrar a mis padres biológicos (la última orden que me dio Amid antes de morir) necesito aprender mucho más. Sin oficio y sin conocimientos de magia, no duraré demasiado por los caminos.

Finalmente Maimónides comprendió mi problema y estuvo de acuerdo en dejarme otear su biblioteca a cambio de realizar un pequeño servicio: llevarle al jeque un mensaje de su parte descubriendo un complot del visir para hacerse con el poder. No me pareció un acuerdo muy justo poner en peligro mi vida por unos libros, pero estaba desesperado, así que acepté. Me citó al día siguiente al alba para presentarme a mi escolta.

Escribo esto en mi habitación de la posada mientras…

Más tarde…

Ha sido un momento intenso. Hace una hora, mientras escribía tranquilamente en mi diario, he comenzado a oír ruidos de pelea y gritos de angustia en la calle y me he asomado a ver. Cinco soldados de la ciudad estaban entrando en las casas y saqueando lo que podían. Iban a entrar en la posada, pero un hombre armado saltó de una de las ventanas y se enfrentó a los cinco armado sólo con su espada y un pequeño escudo de madera. Lo he reconocido como el asno que casi mata al mendigo de ayer… lo cual demuestra que no hay que fiarse de las apariencias.

Ha sido una carnicería. Ha acabado con los cinco en apenas unos momentos, mientras yo me escondía en mi habitación y mantenía mi único amuleto mágico apretado contra mi pecho. Nunca he conseguido hacerlo funcionar y no creo que lo consiguiera bajo la presión de un combate, pero de todas maneras, me reconfortaba llevarlo encima.

14 de Septiembre de 1232

Esta mañana he madrugado mucho para estar en casa de Maimónides al rayar el alba. Casi no me lo he podido creer cuando me ha presentado a mi protector: ¡Era el asno!, El que se había enfrentado a los cinco soldados la noche anterior. Parecía bastante fresco, a pesar de no haber dormido apenas y no tenía ninguna señal de la batalla de la noche.

Me pareció que iría bastante seguro con él y la empresa no me pareció ya tan peligrosa. Nos despedimos de Maimónides e hicimos unas compras antes de partir. He adquirido un peto acolchado, la única protección que podía llevar, así como un bordón para caminar y una daga por si tenía que defenderme. No sé utilizarla, pero es mejor que nada.

Pretendíamos salir por la puerta Oeste, pero la encontramos cerrada y custodiada por varios soldados. Mi escolta (Garur) ya se llevaba la mano a la empuñadura, pero yo me adelanté. Me acerqué al soldado al mando (siempre es fácil distinguirlos, tanto por sus enseñas como por sus aires arrogantes) y le dije que necesitábamos salir urgentemente. Cuando él protestó, le expliqué que llevábamos un mensaje urgente de palacio para el jeque. Le aterrorizaba enemistarse con la jerarquía, así que nos dejó pasar.

Tras unas horas de incómodo viaje llegamos a lo que parecía ser los restos de un campamento. No queríamos incomodar a nadie, así que seguimos el camino.

No debimos haberlo hecho.

Tres salteadores armados con dagas saltaron de los árboles y trataron de matarnos. Garur fue capaz de librarse de ellos sin esfuerzo, pero yo no fui más que una molestia. Traté de paralizar a alguno de ellos para ayudar a mi compañero, pero no lo logré. El talismán no funcionó, pero atrajo la atención de uno de los salteadores, que me hizo un tajo con la daga desde la sien hasta casi la barbilla. Tras la batalla me lo curé como pude, pero no tiene arreglo: me quedará una espantosa cicatriz.

Después de la batalla yo esperaba poder sentarme un rato a descansar, pero se produjo un nuevo contratiempo. Garur amenazó con dejarme abandonado sino le pagaba más dinero. La suma que me pedía era ridícula: lo mismo que le di de limosna al mendigo de Córdoba y menos de la que me he gastado en hierbas en la ciudad, pero aún así indicaba falta de profesionalidad y quizás de escrúpulos. No obstante, pagué ¿Qué iba a hacer? Yo sólo no duraría ni cinco minutos, como acababa de demostrarme la pelea. Sin embargo, no volveré a fiarme de él por completo.

Por la noche, Garur se ofreció a enseñarme a manejar la espada y yo acepté, pensando que si aprendía rápido podría no llegar a necesitar sus servicios de escolta. Su espada es muy pesada, pero tal vez con una más corta…

15 de Septiembre de 1232

Hemos llegado por la mañana al pueblo de Casas Grandes, donde una herborista me ha curado la herida y nos ha indicado el camino hasta la ciudadela de Medina Azahara, donde reside temporalmente el jeque.

El patio estaba vacío cuando llegamos, una señal más de luto por la hija del jeque. No obstante, conseguimos encontrar a un soldado que nos condujo ante el jeque, quien nos recompensó por entregarle el mensaje y nos encomendó otra misión: infiltrarnos en el castillo de Córdoba y asesinar al visir. No quería participar, pero no veía forma de contrariar al jeque sin sufrir las consecuencias, de modo que acepté. Nos adjudicaron tres soldados: Rashid, Mohamed y Karim. Este último estará bajo las órdenes de Garur, mientras que los otros dos me obedecerán a mí.

Volvimos a Córdoba a matacaballo y al día siguiente llegamos a la ciudad. Escribo esto justo antes de entrar en los pasadizos y adentrarme en la que puede ser la primera y última aventura de mi vida. Por si no sobrevivo… Adiós.

16 de Septiembre de 1232

Ya ha acabado todo ¡Loado sea Alah, el Grande, el Misericordioso, el Compasivo! Ya ha acabado todo. Estoy vivo de milagro, pero he sobrevivido.

El túnel no estaba vigilado. Pudimos entrar y aparecimos en las habitaciones privadas del visir. Discutimos acerca del plan de acción, pero al final decidimos separarnos. Nos dividimos en dos grupos y nosotros tres (Rashid, Mohamed y yo) nos fuimos por una balconada a investigar las puertas contiguas. Dos estaban vacías, pero en la tercera había dos mujeres a las que mis soldados ataron y amordazaron. En una de las habitaciones vacías logré hacerme con una espada corta que me sería bastante útil en caso de combate. Garur encontró un camino para descender y le seguimos hasta una habitación cerrada. Allí habían tres soldados y Mohamed murió en la refriega. Un soldado enemigo logró huir y dio la alarma.

Durante los siguientes momentos cundió el pánico.¡Estábamos perdidos! Los soldados no se molestaron ni en entrar: se quedaron fuera esperando que nos diéramos cuenta de nuestra situación.

Karim y Garur trataron de mantener las puertas cerradas, pero yo comprendí que no aguantaríamos mucho tiempo. ¡Tenía que pensar algo, y rápido! Se me ocurrió que si me llevaban ante el visir, tal vez pudiera paralizarlo, así que me rendí. Vi la cara de Garur y Karim cuando me rendí y sé que se han sentido traicionados y que no me lo perdonarán. Me da igual: con suerte no volveré a verlos.

Nos llevaron a las mazmorras, pero no hubo manera de conseguir que nos llevaran ante el visir. Nos arrojaron a una húmeda celda durante horas. Traté de hacer todo lo posible para salir, pero sin resultado.

Por suerte, el jeque logró conquistar la ciudad y me liberó. A pesar de haber fracasado, el jeque me recompensó y me permitió seguir mi camino. Maimónides cumplió su palabra y me dejó inspeccionar su biblioteca. No encontré gran cosa sobre magia (sospecho que los libros de magia los tiene ocultos en un lugar secreto) pero encontré un conjuro que libera al portador de cualquier atadura y otro que permite crear una pócima explosiva.

Me serán muy útiles en mis viajes, pero la experiencia de los últimos días me ha enseñado algo: no puedo depender sólo de la magia. Nunca seré un gran luchador, pero al menos debo aprender a manejar algún tipo de arma. Me gustó la experiencia de blandir una espada, aunque la de Garur pesaba demasiado para mí. Me pregunto si me iría bien con una espada corta o si debería aprender a manejar mejor la daga o el bordón, que llaman menos la atención y son más fáciles de conseguir. En cualquier caso, algo voy a tener que hacer, y rápido, o voy a durar bien poco por esos caminos.

domingo, 2 de agosto de 2009

ASOCIACIÓN VALENCIANA DE ROL Y ESTRATEGIA

Me complace anunciar que la Asociación Valenciana de Rol y Estrategia está por fin en funcionamiento. Todos aquellos a los que os guste el rol y viváis en Valencia y sus alrededores, estáis de enhorabuena. La asociación tiene como objetivo principal ayudar en lo posible a quienes disfrutan de verdad con los juegos de rol para que puedan jugar sin preocuaciones.
Si estáis interesados en saber algo más, podéis visitar el blog de la Asociación, en la siguiente dirección: http://avreasociacion.blogspot.com. Allí podréis conocer más a fondo todos los entresijos de la asociación más friki de Valencia.

martes, 21 de julio de 2009

ANILLOS DE ESCLAVITUD

Esta pareja de anillos de hierro oscuro y retorcido fueron creados años atrás por un poderoso hechicero goético para mantener a sus esclavos bajo control. Funcionan de la siguiente manera: el invocador debe ponerse uno de ellos (el que tiene una gema rojo sangre engarzada) y ponerle a su esclavo el otro. Cada vez que el portador del anillo amo murmure una palabra mágica, es decir, cada vez que pase una tirada de IRR con los malus correspondientes, el atacado sufrirá un dolor atroz en todo el cuerpo que le costará la pérdida de 1d2 puntos de resistencia por asalto, durante 2d10 asaltos o hasta que el invocador decida acabarlo. Estos puntos ignoran la armadura, pero no pueden resultar mortales. Si el atacado pierde todos sus PR, quedará inconsciente, recuperándose normalmente.
Cuenta como un talismán de nivel 5.

sábado, 18 de julio de 2009

Campaña Medina Azahara ( campaña morisca de aquelarre)

Hola gente, estoy diseñando una campaña para aquelarre orientada totalmente en Al-Andalus y trata de una historia que sucedio en Madinat Al-Zhara una ciudadela morisca del siglo XIII.
En estos dias la concretaré más por el foro
Un saludo gente

domingo, 5 de julio de 2009

ESPADA DE LA OSCURIDAD ETERNA

Esta espada fue forjada por un artesano/Alquimista al servicio de un barón, con la sangre de un demonio menor. Al ver el fruto de su trabajo le entro miedo e intento destruirla pero ya era demasiado tarde y solo le quedo una opción, la oculto en lo más profundo del bosque protegida por todo tipo de criaturas.
Incontables años más tarde fue recogida por un descendiente del antiguo barón de esas tierras que la uso para destruir a sus enemigos, pero cuanto más lo usaba mas absorbía su alma hasta que un día cuando quiso darse cuenta ya fue demasiado tarde y su alma desapareció, para dejar paso a una criatura semi-humana que desde entonces vaga por el mundo cumpliendo las ordenes de los demonios superiores.
-Cuando una persona toque la empuñadura su alma estará condenada en un 1D8 años (tirada oculta) incluso si se deshace de la espada.
-Esta arma del demonio se considera tipo 3, se necesita una fuerza mínima de 15para usarla y hace 2D8+5
PD: Así que ya sabéis si algún jugador se pone chulo podéis hacer k encuentre la espada por “casualidad” y hala a condenar su alma que mola XD

sábado, 4 de julio de 2009

FORJADORES Y OTROS ARTESANOS.

Siguiendo con la serie de artículos dedicados a las profesiones tradicionalmente marginadas de este juego, ahora toca hablar de los artesanos. Si, ya sabéis, esos tíos que hacen armaduras, tallan arcos y os equipan, los que fabrican todos los objetos que usáis.
En un grupo normal de PJ`s, un artesano es una incorporación muy útil. Para empezar, poseen un alto grado de habilidad, lo que hace que sus posibles competencias de armas suban como la espuma. Aunque con la versión antigua sólo pueden usar armas de tipo 1 o palos, se rumorea que en la nueva versión de NSR EDICIONES piensan eliminar las restricciones de armas y armaduras, lo que permitiría crear personajes muy interesantes, como un herrero que empuñe su martillo para defender su material o un carpintero que pueda proporcionar equipo ( arcos y flechas sobretodo) y algo de pa sta al grupo tallando la madera que encontreis en el bosque.
Los artesanos son muy útiles para comerciar con los campesinos y comerciantes con los que os encontreis. Son buenos juzgando el caracter de las personas y bastante competentes a la hora de saber cuando les mienten y saben exactamente cómo y cuanto ofrecer a la hora de sobornar a la gente.
Si se combinan con algunos rasgos de caracter adecuados pueden ser una magnífica incorporación a cualquier equipo. Los rasgos que aumenten las competencias de armas ( como antiguo mercenario o talento natural para todas las armas) mejorarán su capacidad de combate y otras, como simpático y elocuente, lo volverán mucho más eficaz a la hora de comerciar, convencer y sobornar.
Sin embargo, la verdadera utilidad de los artesanos en un equipo de personajes radica en que pueden proporcionar unos ingresos constantes al grupo, siempre que dispongan de un taller y erramientas adecuadas. Algunos tipos de artesano, incluso, pueden no necesitar siquiera un taller, como los carpinteros, los maestros constructores y los talabarteros, los cuales pueden ejercer su oficio con sólo la materia prima y unas cuantas herramientas.

PROTECCIÓN MÁGICA MENOR

Tipo: Talismán
Nivel: 2
Caducidad: -
Duración: 2d10 asaltos
Ingredientes: Placa de acero, colmillo de oso tuerto, punzón bendecido por un hada, leche de loba de menos de tres años, cordón de cuero trenzado.
Descripción: Se muele el colmillo hasta reduciro a polvo fino y se mezcla con la leche hasta que hierva, después se sumerge la placa de acero mientras se entonan unos rezos. Luego hay que cortarlo con forma de escudo y colgárselo al cuello con el cordón.
Una vez activado, proporciona 2 puntos de armadura mágica a su portador.

TAGBOARD